El dios antiguo
Raziel (vo): Cuando entré en la cámara sentí que había estado cerrada durante cientos, tal vez miles de años. Y aunque sin duda esta habitación estaba construida cuando se erigieron los Pilares, supe que ninguna mano humana podría haber creado este lugar y que quizá nunca lo habían visto ojos humanos.
En los murales estaba representada una raza alada de rasgos parecidos a los míos pero hermosos, mientras los míos resultaban grotescos, y angelicales, mientras los míos eran demoníacos.
Intenté descifrar esas imágenes . Una gran guerra, pero con combatientes como no había visto nunca. Los Pilares, levantados por esta raza alada que así derrotó a sus adversarios.
De nuevo los seres alados, retorciéndose de agonía al parecer aquejados por la misma sed de sangre que yo había sufrido poco antes. Y por toda la cámara, grabada por todas partes, imágenes de la propia Segadora. ¿Era esto lo que Kain me había instado a descubrir?, me preguntaba.
Dios antiguo: ¡Mentiras, Raziel! No te dejes engañar.
Al escuchar al dios antiguo, Raziel dirige su mirada hacia el fondo del foso que rodea la plataforma central de la habitación…
Raziel: ¡Oh, mi antiguo benefactor! Y yo que esperaba que nos hubiéramos separado para siempre. Tu silencio fue reparador mientras duró. Sin duda, tu presencia aquí tendrá una razón justificada aunque inexpresable ¿verdad?
Dios antiguo: ¡No seas insolente, Raziel! Mi presencia es eterna aquí y en todas partes, ahora y siempre. Soy el centro estático de la Rueda que gira, el eje del destino de este mundo.
Raziel: Pero quizá no tan omnipotente como te gustaría que creyera. Tu control sobre mí parece ser débil. Creo que ya no te necesito pero me parece que tú aún me necesitas a mí.
Dios antiguo: Esta insolencia no es propia de ti, Raziel. No olvides que tienes una tarea que llevar a cabo aquí. Estás en deuda conmigo.
Raziel: ¿En deuda? Tendría que mostrar gratitud por un don cuya concesión no pedí. Olvidas que me obligaste a habitar en esta vil carcasa.
Dios antiguo: Te restablecí, Raziel. Fue Kain quien te destruyó. El mismo enemigo que has dejado escapar de tus garras. ¡No me falles, siervo mío!
Raziel: ¡No soy siervo de nadie, ni de ti ni de Kain, ni de tu lacayo Moebius!
Dios antiguo: Moebius es mi fiel sirviente. Tengo muchos.
Raziel: Y si le digo a Moebius que esta adorando a un calamar gigante, ¿crees que su fe vacilará?
Dios antiguo: Te has vuelto terco, Raziel, pero cuidado: abrazar a una serpiente es invitar a que el veneno entre en el corazón. Kain es una bestia sinuosa. Te seducirá y engañará. Te enorgulleces de tu libre albedrío pero permites que ese degenerado obstaculize tu propósito.
Raziel: No abrigo ilusión alguna sobre su integridad ni sobre la de nadie. De hecho, la manipulación me acosa desde todas partes. Sólo busco la Verdad.
Dios antiguo: Estas son las insondables verdades, Raziel: La agonía del nacimiento, la muerte y el renacimiento. Así es la Rueda de la Vida. El ciclo purificador de toda existencia.
Los vampiros son abominables, una plaga que absorbe la fuerza espiritual de esta tierra. Obstruyen el flujo de la vida y la muerte. Sus almas se estancan en sus miserables cadáveres.
Pero la Rueda debe girar. La muerte es inexorable y no se puede negar. Tu destino es irresistible, Raziel. Eres mi Segador de Almas, la lacra de los vampiros, cosechador de sus almas apóstatas.
Sé firme. Acaba con la maldición parasitaria de los vampiros y restablece Nosgoth. La sangre de Kain debería manchar tus manos.
Raziel: Ciertamente Kain merece morir por condenarme a esta repugnante forma, pero sólo yo decidiré cuándo lo mato si es que esa es mi voluntad.
Dios antiguo: Kain te destruyó sin una pizca de remordimiento. Arrancó el alma de tu noble cuerpo, y después de servirle fielmente durante mil años, te tiró al abismo en un impulso de celos. Recuerda tu rabia, Raziel. Deja que guíe tu mano.
Dios antiguo: ¡No me falles!
Tu destino te llama.
¡Destruye a Kain!
Te convendría prestarme atención, Raziel.
Anda con cuidado, Raziel.