Defiance

La caída del dios antiguo

Kain (vo): Desperté para encontrarme en el reino de las sombras. Había una quietud desasosegadora donde antaño palpitaba mi corazón, un corazón que en realidad habría pertenecido a Janos Audron desde el principio. ¿Cómo era posible que yo todavía siguiese vivo?

Hylden 1: Todavía estás en buena forma, vampiro.

Hylden 2: Será lo primero.

Hylden 3: Este reino te hará horrible.

Hylden 2: Te volverás loco y no te darás ni cuenta.

Kain: ¿Qué lugar es este?

Hylden 1: ¿No piensas en este lugar cada día, vampiro?

Hylden 2: ¿O es que hemos sido olvidados?

Hylden 1: Este es el exilio al que fuimos empujados.

Hylden 3: Pero ahora pronto seremos libres.

Hylden 2: Seremos libres.

Tras desembarazarse de aquellos demonios, Kain consigue regresar de la dimensión demoníaca…

Kain (vo): Me sentí fuertemente inclinado, motivado incluso, a no quedarme aquí y marchar de inmediato a la ciudadela vampírica.

Y una vez fuera de las catacumbas de la catedral del Averno, Kain regresa a la ciudadela vampírica…

Kain (vo): Sabía bien qué hora ominosa era esta en la historia de Nosgoth, pues aquí llegaba el acontecimiento que había dado forma a toda mi existencia.

Escogí mi destino negándome a sacrificarme y así condené a los Pilares para fundar sobre sus ruinas mi imperio maldito. Resucitaría a los sacerdotes Sárafan para que fueran mis lugartenientes más cercanos y un día arrojaría al más poderoso de todos ellos, mi sirviente Raziel, al abismo.

Así fue cómo repartí mi última mano para jugar contra los hados. ¿Pero al final me habría servido de algo? ¿Habría malinterpredado los signos como Moebius me dijo? ¿En mi arrogancia había errado en mi apuesta contra el destino?

Adentrándose en la fragua espiritual, Kain ve en el fondo de la cámara a Moebius…

Moebius: Los hylden son una mera consecuencia incoveniente. Nos ocuparemos de ellos en su momento. Es un pequeño precio a pagar por la muerte de Kain.

Kain: Hablas prematuramente.

Moebius: ¡¡Kain!!

Kain: Parece que hay una fisura en tu omniscencia, ¿eh, Moebius?

Moebius intenta atacar a Kain con su báculo pero ya no parece surtir efecto…

Kain: Primero tu omniscencia y ahora tus poderes. Vas de mal en peor.

Moebius: Esto no es posible.

Kain: Ya no tengo la parte de mí a la que afectaba esa estaca. ¿Pero ya lo sabías, verdad?

Dicen de mí que no tengo corazón. Y ahora, Moebius, es el momento.

Moebius: ¿Para matarme? ¿Otra vez? Tu única solución para todos los problemas: matar.

Kain: Esto no es un debate. Verás, esta vez no hay nada que necesite de ti.

Kain asesina por segunda vez a Moebius atravesándolo con la Segadora…

Moebius: ¡¡Aaarrgghh!! ¿…crees que esto valdrá de algo? Sirvo a uno que tiene poder sobre la vida y sobre la muerte.

Kain: Entonces ve con él.

Moebius: Soy su obediente… su devoto sirviente… Pronto el dolor desaparecerá y mi amo me devolverá a la vida una vez más.

Moebius aparece en el inframundo…

Moebius: Mis disculpas, amo. Ha sido una momentanea imprevisión. De algún modo Kain todavía vive y me ha eliminado inesperadamente. Haz uso de tu buen sirviente y…

Allí, Raziel atraviesa a su vez a Moebius con su Segadora…

Raziel: Ve con tu amo entonces, te libero de la Rueda.

Al ser atravesado con la Segadora purificada, Moebius ve por primera vez al dios antiguo…

Moebius: ¡Dios, no!

Raziel: ¿Lo ves ahora? ¿El monstruo al que servías? ¿Era esto lo que te imaginabas cuando le rendías culto?

Moebius: ¡Nooo…!

Raziel: Pues con ese conocimiento, ve y aliméntalo. Te libero.

Raziel devora el alma de Moebius…

Dios antiguo: Tus mezquinas acciones son irrelevantes, Raziel. Moebius era un buen sirviente pero ya no era útil. Su larga vida había tocado a su fin. ¿Lo ves? Incluso cuando te rebelas estás cumpliendo mi voluntad.

Raziel: Quizá. Pero algo ha cambiado ¿verdad? No previste el regreso de Kain.

Dios antiguo: He seguido vuestros pasos a lo largo de la Rueda. Aquí es donde acaba el viaje.

Raziel: ¡No tienes los medios para matarnos a ninguno de los dos!

Dios antiguo: Pero podéis ser detenidos. Pronto comprenderás cuan deseable puede ser la aniquilación. Tú y Kain pasaréis la eternidad enterrados aquí juntos, rezando por el piadoso alivio de una muerte que no llegará.

Raziel (vo): Pero yo estaba armado con un nuevo conocimiento que ardía en mi interior.

Janos (vo): Redentor y destructor.

Raziel (vo): Moebius nunca había visto a su amo hasta que la Segadora de Almas purificó su visión. Ni siquiera los antiguos vampiros sabían qué era lo que estaban adorando con tanta devoción.

Ariel (vo): Debes unir lo que ha sido dividido.

Raziel (vo): Todo el conflicto y las contiendas a lo largo de la Historia. Todo el miedo y el odio. Servían tan sólo a un propósito: mantener la Rueda de mi amo en movimiento. Todas las almas estaban prisioneras, atrapadas en una existencia circular sin sentido, llevando vidas insulsas y desquiciantes hasta que la muerte las devolvía, siempre en ignorancia, a la Rueda.

Kain (vo): La moneda sigue en el aire

Raziel (vo): ¿Pero qué esperanza había habido? Uno no puede luchar contra lo que no puede ver.

Ariel (vo): Sólo entonces el Vástago estará armado con su auténtico propósito.

Dios antiguo: Desengáñate, Raziel. No hay escapatoria.

Raziel (vo): Fue entonces cuando supe lo que tenía que hacer. Sólo yo podía acabar con esto.

En el plano físico, el cadáver de Moebius se levanta…

Moebius (Raziel): Kain

Al oir esto, Kain se abalanza contra el cuerpo de Moebius y lo ensarta con la Segadora contra la pared…

Kain: ¿Tanto te gusta la muerte?

Raziel entra completamente en el reino material y revela su auténtica apariencia…

Moebius (Raziel):

Kain: ¿Raziel? ¡¡No!!

Raziel: Sí. Así es cómo…

Kain: ¡No, Raziel!

Raziel: La Segadora de Almas, purificada de toda corrupción… Esto es para lo que sirve… esto es para lo que soy… Los dos se hacen uno, ambas Segadoras de Almas juntas… El Vástago del Equilibrio queda curado… y yo… Yo no soy tu enemigo ni tu destructor, soy como antes, tu mano derecha… tu espada…

Kain: No. ¡Raziel, tiene que haber otra forma!

Raziel: …y ahora verás al auténtico enemigo

La Segadora consume por completo al alma de Raziel y éste queda atrapado dentro de ella…

Kain: Raziel…

Kain (vo): Y fue entonces cuando vi.

Dios antiguo: Así pues, finalmente me he revelado.

Kain: Pero que dem

Dios antiguo: Soy el origen de la vida. El devorador de la muerte. Soy el eje de la Rueda. El ciclo purificador al que todas las almas deben ser atraidas.

Kain (vo): ¿Había condenado a Raziel a esta pesadilla cuando lo arrojé al abismo?

Dios antiguo: Puedes condenar la futilidad de tus ambiciones cuando pases una eternidad bajo una montaña de escombros. Tú y tu Segadora de Almas os volveréis igual de locos con el paso de las eras. La ciudadela de los apóstatas será tu tumba en vida.

Kain: Tus palabras son alentadoras pues no nos temerías a no ser que pudiéramos hacerte daño de verdad.

Dios antiguo: ¡No! ¡No eres nada!

Kain: Falso dios. Este es el final. La vuelta final de tu Rueda.

Comienza la lucha entre Kain y el dios antiguo…

Dios antiguo: No podrás liberarte de la Rueda del Destino.

Nunca me vencerás, Kain.

Alimenta a la Rueda.

Eso casi ha dolido.

Tu destrozado cuerpo quedará enterrado aquí por toda la eternidad.

¡No!

Patética criatura.

Ríndete, Kain.

Te voy a aplastar, vampiro.

Tu sacrificio ha sido en vano, Raziel.

Este desafío no tiene sentido.

Kain consigue salir victorioso y escapar antes de que la cámara se desplome…

Dios antiguo: No puedes destruirme. Soy el mismísimo motor de la vida. La Rueda girará y la plaga de tu raza será purgada de este mundo y en ese día inevitable tu maltrecha y estancada alma será finalmente mía.

Kain: Pues hasta entonces será mejor que te entierres bien hondo.

Kain regresa a la cámara superior y observa los Pilares destruidos a lo lejos…

Kain (vo): Ahora, por fin, las máscaras habían caido. Los hilos de las marionetas se habían vuelto visibles y las manos de su principal manipulador estaban expuestas. Lo más irónico de todo era el último regalo de Raziel, más poderoso que la espada que ahora albergaba su alma. Más agudo que la visión que su sacrificio me había conferido.

El primer sorbo amargo de aquella terrible ilusión: esperanza.