Vuelta a empezar
Raziel (vo): Tras sentir a su gemela, la espada espectral se desenroscó de mí y se fundió en un cariñoso abrazo con su antiguo Yo. Sentí que aflojaba su presión sobre mí y me abandonaba y su ausencia era más aterradora aún que su presencia. Me invadió una ominosa sensación de vacío y pérdida y una terrible revelación se presentó como una tormenta en los confines de mi conciencia.
Consumidos los demás enemigos, las espadas unidas se volvieron contra mí y entonces comprendí por qué no había sentido nada cuando Janos me había ofrecido la espada. La Segadora jamás fue forjada para ser un arma robadora de almas. La voraz entidad devoradora de almas atrapada en la espada era y siempre había sido yo.
Por eso se destruyó la espada cuando Kain intentó atravesarme con ella: la Segadora no podía devorar su propia alma. La paradoja hizo añicos la espada.
Así que este era mi terrible destino: interpretar este ciclo purgativo por toda la eternidad. No podía soportarlo. Me invadió la angustia.
Kain aparece mientras Raziel sucumbe ante la Segadora…
Raziel: ¡Tú! ¿Disfrutas con esto, Kain?
Kain: No te resistas, Raziel. Ríndete.
Raziel: ¿Es esto lo que me tenías preparado todo este tiempo?
Kain: Confía en mí.
Raziel (vo): Me sentía cada vez más débil, no aguantaría mucho tiempo. La Segadora era demasiado fuerte y el impulso de ceder demasiado tentador. Y entonces, una creciente sensación de vértigo y el habitual desplazamiento.
El paradójico momento en el que mi alma gemela vacila dentro y fuera de la espada Segadora. Ese era el instante, el débil brillo de la distorsion temporal con el que Kain había estado contando. Ese era el canto de la moneda, la mínima posibilidad a la que Kain se lo había jugado todo.
Kain extrae la Segadora del cuerpo de Raziel…
Raziel: ¡Aaaaaahhhhh…! ¡Aaaahhhh…!
Kain: Ahora eres libre de reclamar tu propio destino, Raziel.
Raziel (vo): En los ojos de Kain veía nuevos recuerdos floreciendo y muriendo mientras la Historia se esforzaba por remodelarse a sí misma alrededor de esta gran obstrucción y deduje por el horror que invadía su rostro que quizá esta vez habíamos forzado demasiado la Historia. Que por intentar alterar mi destino él podía haber creado una fatídica paradoja.
Kain: Dios mío… ¡Los hylden! ¡Hemos caido en su trampa!
¡Raziel, Janos debe seguir muerto!
Raziel (vo): Pero el aviso de Kain se perdió mientras yo caía en el reino espiritual demasiado débil para mantener mi forma física. Y allí, esperándome como siempre estaba la Segadora, la espada espectral, mi propia alma entrelazada y ligada a mí eternamente y comprendí que jamás escaparía a mi terrible destino, simplemente lo había pospuesto.
La Historia detesta la paradoja.