La convergencia de la Segadora
Raziel (vo): Al acercarme al sanctasantorum de la fortaleza, me recorrió una extraña sensación. Una indescriptible impresión de desplazamiento, de vértigo, mientras la realidad parecía retorcerse y doblarse a mi alrededor. La alteración parecía emanar de la capilla del santuario más lejana. Al acercarme con cuidado, la sensación de trastorno aumentaba a cada paso.
Así que ésta era la tumba del amado rey Guillermo el Justo, beatificado aquí como mártir y catalizador de la cruzada de Moebius.
Me acordé del viaje de Kain como vampiro inexperto. De cómo Moebius le obligó a volver atrás en la historia y asesinar al rey Guillermo, sembrando así un odio genocida hacia los vampiros entre los ciudadanos de Nosgoth.
Y aquí descubrí el origen del desplazamiento. La propia Segadora de Almas, expuesta como reliquia sagrada… Y rota, al parecer en la batalla entre Guillermo y Kain. No pensaba que tal cosa fuera posible. No hasta que Kain quebró la hoja contra mí cuando intentó abatirme. Así el espíritu cautivo que habitaba en la Segadora fue liberado y, vinculándose a mí, se convirtió en mi arma simbiótica.
De ese modo la Segadora encontró su antiguo Yo, todavía prisionero en este armazón corpóreo. Observé hipnotizado cómo el arma espectral se desenroscaba, rodeando por completo la hoja física.
Abrazando a su gemela, reflejo de sí mismo, el durmiente espíritu de la Segadora había recobrado conciencia. Y por primera vez sentí la verdadera presencia de esta otra entidad. Terca, hambrienta y transtornada por los miles de años de encierro.
La Segadora estaba al mando y yo, su simple anfitrión indefenso, sentí que mi alma era absorbida para restablecer la hoja. Pero a la Segadora no le convenía destruir a su anfitrión y sólo cuando estuve al borde del olvido, la hoja liberó su control sobre mí.
Mientras me recuperaba, comprendí que nos habíamos unido en una frágil alianza: La Segadora ya no era sólo mi arma simbiótica, sino un parásito consciente que competía por el control.
Moebius aparece tras Raziel…
Raziel: ¡¿Qué me has hecho, Moebius?! ¡¿Esta es tu trampa?!
Moebius: ¿Cómo que mía? ¡Recuerda que fue Kain quien te condujo hasta aquí, no yo! Mientras me maldices a mí, la única alma de Nosgoth dispuesta a guiarte y ayudarte, Kain se ríe de nuestra locura y se deleita con tu consternación.
Raziel: Estas hojas, unidas ahoras en un siniestro abrazo, han inspirado terror en los corazones de criaturas más duraderas que tú, viejo. Unidas como están, se me ocurre lo que podrían hacerle al frágil caparazón de tu alma.
Moebius: Raziel, te ruego que contengas tu mano. Yo no he provocado esto. Sólo pretendía ayudarte en tu venerable búsqueda.
Raziel: ¡Vaya, estás temblando Moebius! ¿Te ha abandonado la confianza? Parece que has cometido un terrible error dejando atrás tu preciada vara. ¿Es de ahí de donde sacas todo tu coraje?
Moebius: Escúchame, Raziel. No sabes lo que estás haciendo. Corro un gran riesgo apareciendo ante ti, tan indefenso mas deseoso por demostrar mis buenas intenciones. Si todavía queda en ti algo de los Sárafan, no lo harás. ¡Mientras me amenazas, tu verdadero enemigo se escapa!
Raziel: No te preocupes por Kain, viejo. Pronto se reunirá contigo en el infierno. Como dijiste, a todos nos llega la hora.
Moebius: Sí. Así lo exige la Rueda de la Vida.
Raziel: ¿¡Qué has dicho!?
Moebius: La Rueda de la Vida. El inexorable ciclo de muerte y renacimiento al que todos los hombres están destinados. Servimos al mismo dios, Raziel. Derribarme sería derribar al guardián de Dios y no creo que ni siquiera tú vayas a correr ese riesgo.
Raziel: Estoy cansado de tus juegos, Moebius. Ahora que sé que me temes, no voy a perder el tiempo contigo. Kain me espera.
Raziel suelta la espada y se dispone a marcharse…
Moebius: Ve pues, Raziel. Busca a Kain y destrúyelo, en nombre del único dios al que ambos servimos. Tú, que una vez fuiste sacerdote Sárafan, asesinado, profanado, destruido y renacido gracias a su misericordia. Ahora posees poder de sobra para ser su agente. Su instrumento de restauración y castigo.
Raziel: Mi propia venganza ya es motivo suficiente.
Moebius cierra las puertas de la tumba de Guillermo y piensa en voz alta. Acto seguido, desaparece…
Moebius: Por mi alma. Me has tenido a tu merced, pequeño asesino azul. Pero ésta habrá sido tu única oportunidad. Te lo aseguro.
Raziel (vo): Ahora podría invocar la espada a voluntad, independientemente de mi fuerza. Pero una vez invocada la espada, ésta no pudo contener su voraz apetito. Devoró las almas de sus víctimas y si yo no controlaba su desenfreno, la Segadora podría volver su hambre contra mí.