El décimo guardián
Creando un camino hasta la cima del refugio, Raziel consigue alcanzar la cámara donde se halla Janos…
Raziel: ¿Janos Audron?
Janos Audron: Qué alentador, tras todos estos años, escuchar mi nombre pronunciado sin desprecio. ¿Raziel? Muchacho, ¿qué te han hecho?
Raziel: He sido arrastrado al infierno y traido de vuelta. Al parecer todo para llegar a este momento, pero todavía no sé por qué.
Janos Audron: He esperado durante miles de años, sólo, perdiendo la fe.
En el momento de la Unión, fueron llamados nueve guardianes para servir en los Pilares y yo fui convocado como el décimo guardián para custodiar la Segadora, el arma de nuestra salvación.
Con el tiempo, nuestra raza fue muriendo, hasta que sólo quedé yo, alentado únicamente por mi obligación hacia ti y por mi tutela de la espada.
Raziel: ¿Y los otros nueve, por qué no les alentaba su tarea?
Janos Audron: No lo sé. A medida que nuestra raza sucumbía, los humanos prosperaban. Observé durante siglos cómo nuestra historia caía en el mito y finalmente se desvanecía.
Los humanos nos han olvidado por completo y han reclamado los Pilares para sí, desconociendo su verdadero propósito. Para ellos, soy simplemente un mal, el origen de su plaga de vampiros.
Raziel: ¿Entonces por qué convocarían los Pilares guardianes humanos si estaban pensados para ser servidos por vampiros?
Janos Audron: Los Pilares eligen sus guaridanes desde su nacimiento, Raziel, y los vampiros ya no nacen. Ese es el quid de la cuestión y esta es la terrible ironía.
Con la purga de vampiros, los miembros del Círculo han asaltado a los arquitectos de los Pilares a los que habían jurado proteger. Se han adentrado en un camino traicionero. Con cada vampiro que matan, los humanos están cortando su propio pescuezo.
Ellos saben que estoy aquí, lejos de su alcance y eso les aterroriza. Se les ve alardear de sus matanzas para atormentarme o quizá sólo pretendan atraerme. Tienen la estúpida idea de que destruyéndome eliminarán toda nuestra estirpe. Afortunadamente no somos tan frágiles.
Raziel: Los he visto congregando sus fuerzas en el pueblo.
Janos Audron: Sí. No sé lo que están planeando, pero me temo que nuestro tiempo se esté agotando.
Raziel: Parece que la humanidad sólo te ha aportado tormento y dolor. Debes odiarlos.
Janos Audron: Temen lo que no comprenden y desprecian lo que temen, pero no, no los odio.
Raziel: Vorador sí.
Janos Audron: Él ha sufrido mucho. No puede perdonarlos.
Raziel: ¿Merecen ser perdonados?
Janos Audron: No saben lo que están haciendo. Simplemente les falta comprensión y son fácilmente manipulables.
Raziel: Entonces es cierto lo que Kain y Vorador me han dicho: que en realidad soy una especie de mesías profano y vampírico.
Janos Audron: ¿Profano? No. Mesías, quizá.
Raziel: No me gusta esa palabra, apesta a martirio.
Janos Audron: Raziel, tu papel en el destino de este mundo es vital, y más benévolo de lo que tú mismo te permites creer.
Tu viaje no será sencillo. Oscuros poderes se han aliado contra ti, pero creo que eso ya lo sabes. Pareces haber sido sometido a duras pruebas. La Unión debe ser protegida, Raziel. Los Pilares son la cerradura.
Raziel: Y la Segadora es la llave.
Janos Audron: Sí.
Raziel: ¿La Segadora está aquí? ¿Por qué no siento nada?
Janos Audron: El arma más formidable jamás forjada por nuestros herreros. Infundieron a la hoja energía vampírica, de manera que la Segadora pueda consumir la preciada sangre de nuestros enemigos.
Raziel (vo): Cuando Janos mostró la espada, me invadió una inexplicable sensación de pavor, más patente que cualquier otro sentimiento experimentado hasta entonces. Inmediatamente sentí un terrible rechazo por la espada y a la vez, el irresistible deseo de empuñarla.
Raziel: ¡Por favor, apártala de mí!
Janos Audron: Me temo que te han seguido.
En ese momento, los sacerdotes Sárafan hacen acto de presencia…
Janos Audron: Debes salvarte, Raziel.
Raziel: ¡Janos, no!
Raziel (vo): Mi entorno giró de manera enfermiza y fui alejado de la emboscada sano y salvo hasta una cámara adyacente. Janos me había librado de los Sárafan, anteponiendo desinteresadamente mi vida a su propia seguridad y ahora temía que mi recién descubierto mentor fuera asesinado por los mismos cruzados que hasta hace poco yo había reverenciado.
La ironía me atravesó y con creciente horror, comprendí que había sido engañado por Moebius desde el principio pues los Sárafan sólo siguieron el camino que yo, crédulo de mí, les mostré a través de este santuario y llegaron portando la vara de Moebius. Así armados, Janos quedó a su merced.
A través de la puerta los oí luchar a menos de doce pasos pero también podían haber sido mil millas pues aquella barrera estaba sellada por fuerzas elementales que yo no poseía.
Parecía que Janos me había llevado al corazón del santuario del Fuego. Pensaba que tal vez si lograba galvanizar la fragua e impregnar la Segadora a tiempo, tendría una remota posibilidad de salvar a Janos de su horrible destino.
Activando la fragua, Raziel imbuye la Segadora con Fuego…
Raziel (vo): Sumergí la Segadora en aquel horno y forjé la hoja con Fuego elemental. Con la Segadora impregnada estaba capacitado para abrir aquella barrera elemental y rescatar a Janos de sus verdugos.